Besos con lenguaje

Archivo mensual: julio 2021

No sabes la importancia que le concedo ahora al tiempo. A lo que hacemos con él. Es tan hermoso ver cómo se extiende ante mí por las mañanas, como diciendo: tenemos la libertad de hacer lo que queramos hasta que anochezca. Una de las cosas más bellas que he hecho este verano ha sido bañarme a última hora del día en el mar. Antes de la cena. Sentir el cielo apagándose sobre el agua aún despierta. Anoche vi una película canadiense muy graciosa con un mensaje muy claro: malgastamos la vida en las redes sociales, en modas, en nuevas formas de ejercer presión sobre nosotras/os mismas/os y se nos olvida cómo vivirnos felices y más despreocupados/as. Yo después de todo lo acontecido con el Covid exprimo los días con todo mi entusiasmo y agradezco todo lo que encuentro. Ayer Bimba nadaba graciosa y divertida en un río precioso, mágico y yo solo podía sentirme afortunada por eso. La vida es esto, ahora, aquí, así.

Creo que el verano es una de mis estaciones favoritas del año. Estos días en familia están siendo perfectos. Me atrevería a decir que se parecen a las vacaciones de mi infancia. Me despierto junto al mar, con su arrullo apacible y corro a desayunar. Bimba y yo paseamos sobre la hierba fresca, con un oleaje de fondo y las voces de los niños en la orilla. Disfruto mis mañanas en el agua, nadando, observando sin prisa a los peces que nos visitan, leyendo, riendo con mi familia… Después sobre las tres, almorzamos juntos entre risas y charlas amables. Y me duermo una siesta maravillosa con Bimba en mis brazos. Después hay merienda, lectura, footing con mi padre y con mi perrita, tambien la llevamos a una cala mágica en la que Bimba corre, salta una ola tras otra y juega con inocencia. Y al final del día, mi padre y yo bajamos por unas escaleritas que van desde la casa de verano hasta la playa y nadamos bajo un cielo que se apaga anaranjado y un sol casi ausente que se retira. Normalmente nos invanden muchas gaviotas que sobrevuelan nuestro nado con ternura. Cenamos. Jugamos a algún juego de mesa. Miramos buenas películas juntos – ayer por ejemplo vimos «Impulso Criminal» con Orson Welles – y vuelvo a pasear en el silencio de la noche a Bimba, mientras le deseo buenas noches a Inés, que nos abraza desde España porque está trabajando. Inés, tan querida entre los míos, tan querida yo entre los suyos, hablamos siempre con cariño y añoranza cuando permanecemos separadas. Con ella, y con mi familia y buenos amigos, me siento siempre abrigada, feliz, amada, absolutamente libre.

Los días se deslizan suavemente, animados por la naturaleza. Nos bañamos en piscinas que se cuelan en el mar. Saboreamos impacientes los dulces portugueses. Nos enamoramos de Oporto, de sus colores fundidos, de la música en la calle, de sus plazas y sus ropas tendidas. Nos perdemos en una cabaña en medio de nada donde corre el fresquito por las noches y hay estrellas derramadas en el cielo. Cantamos en el coche. Vemos películas como Mogambo antes de dormir. Llevamos a Bimba a miles de sitios y ella feliz y salvaje olisquea playas, parques infinitos, ríos, hierba. Se revuelca. Corre. Duerme con la calma de un niño. Devoramos comidas deliciosas. Buscamos poemas de Pessoa en la librería Lellos. Nos tumbamos frente a la montaña, frente a la ciudad, frente al mar, frente al ventilador y leemos en silencio, o nos quedamos dormidas, mecidas por todas esas emociones. Nos reímos. Mi pelo crece más rubio. Tu pelo también se aclara. Las mejillas rojas. Resoplamos de alegría y cansancio. Encontramos el manantial con el agua más fría y más rica del mundo. Bimba se acurruca cada noche. Nos embarga una sensación de hogar allí donde nos alojamos. Preparamos cenas exquisitas. La gente es realmente amable y nos sonríe. Quizá porque se nos nota que son vacaciones y sonreímos también. Yo te hablo del feminismo latente en determinadas películas clásicas, como esas de Katherine Herpbun en las que ella siempre conduce y muestra un carácter valiente y sensible a la vez. Tú me enseñas un millón de cosas mientras decides una buena canción para sentir dentro del coche. Las toallas tienen rayas de colores. Las casas también. Parece que aquí siempre sea verano. Mis saltos al descubrir la ribeira de Oporto, con sus músicos, el puente, la alegría. Tu gesto cuando metes los pies en el agua. Ahora lees en el porche de una cabaña remota mientras yo escribo. La vida es plácida a estas horas. ¿Verdad? Creo que el norte de Portugal ahora es más hermoso que antes, ahora que lo llevaré en mi recuerdo, con esta luz.