Una vez estuve a punto de regalar este libro. Al final no lo hice, no por nada, es que recibí una llamada y tuve que abandonar la librería. Llovía ese día, además.
Recuerdo que me llamó la atención el título, y esa mujer mirándome a los ojos como diciendo: estoy aquí, no tengo prisa por irme a ningún sitio.
Y cuando observé que el prólogo pertenecía a Esther Tusquets, no pude reprimir una sonrisa.
A veces cuando entro en una librería, lo que más me gusta es acariciar los lomos de los libros, como si ese momento de acercamiento (qué bonito) y duda (¿me llevo este? ¿me los llevo todos?) fuese un acto íntimo, personal, para no ser vista. Incluso llego a ruborizarme un poco, cuando se aproxima un dependiente para prestarme ayuda, como si me hubiesen descubierto entregando un beso a otra persona.
Estoy de acuerdo con el título, despojándola de cualquier tipo de matiz sexista. Leer nos permite volar en cualquier dirección y ampliar todos nuestros conocimientos, nos enriquece y alimenta el propio discurso, nos deja mirar otras vidas desde la mirilla, nos abre el corazón y las piernas. Leer nos hace un poco más libres, y la libertad está a veces vinculada al peligro por el riesgo que conlleva tomar nuestras propias decisiones de manera autónoma, exentas de manipulaciones varias.
Leer nos permite soñar, cambiar, evolucionar, saber, equivocarnos, llorar, follar, creer, hacer el amor, crecer, amar, odiar… Volver al principio.
Cuando tengo en el regazo a algún alumno o alumna y lee por primera vez una frase completa, suelo emocionarme (sin que lo noten), porque es como si acabasen de llegar a la azotea, y pudiesen contemplar a partir de ese momento el mundo desde infinitas perspectivas.
Lluvia
marzo 26, 2015 en 7:42 pm
Helena Lago: si sigue escribiendo tan tan tan bien conseguirá que me obsesione con el lanzamiento de su libro. Como dicen los niños: ¿cuánto falta?
Me gustaMe gusta
Helena Lago
marzo 28, 2015 en 10:10 am
Gracias Lluvia. Pues el primer libro está casi listo, a punto de nacer… Un saludo
Me gustaMe gusta
Bea
marzo 26, 2015 en 7:45 pm
Pues yo debo de ser muy peligrosa entonces. Me gusta mucho haber descubierto este sitio tuyo, encantada de conocerte.
Me gustaMe gusta
Helena Lago
marzo 28, 2015 en 10:11 am
Me alegra que te guste!
Me gustaMe gusta
unachicademarte5
marzo 27, 2015 en 9:25 am
Reblogueó esto en Una chica de Martey comentado:
Helena nos cuenta lo peligrosas que son las mujeres que leen. ¿Eres tú una de ellas?
Me gustaMe gusta
Sageleah
marzo 27, 2015 en 1:54 pm
Lo ruborizante es descubrirte por casualidad, leer esta entrada y reconocerse en tus palabras con toda la sencillez y pasión, que se vislumbra que guardas.
Enhorabuena… disfruta de tu aventura y nos la cuentas.
Me gustaMe gusta
Helena Lago
marzo 28, 2015 en 10:13 am
Muchísimas gracias, Sageleah. Espero que en cierto modo me acompañes en esta aventura!
Me gustaMe gusta
Nacho
marzo 28, 2015 en 6:17 pm
Yo también conozco el libro y también cuando entro en una librería me pasa lo mismo. El título del libro a mi entender no deja lugar a dudas, dado que las chicas son guerreras y las mujeres luchadoras, las que leen son peligrosas y mucho, pero en el buen sentido de la palabra como diría mi amigo P.P.M. Porque cuanto más leen más capacidades tienen para abarcar todo lo que quieren y desean conseguir y consiguen. Por una parte el título me da un poco de tristeza puesto que no debía ser así, debíamos estar al mismo nivel. Me enervo cuando leo en una noticia que en ciertos sitios a las mujeres las pagan menos que a los hombres por el mismo trabajo. Me parece una inmoralidad por no decir otra cosa más fuerte. Mi Santa abuela fue una mujer peligrosa, muy luchadora y ella tenía una frase que lo decía todo «Machitos a mí…¡Já!». También tenía otra que decía…»El seso débil, el seso débil, ya quisiera verlos a ellos como a nosotras» Pero que hablaba maravillas de los hombres que en su vida hubieron, su padre, su tío, mi abuelo, que la ayudaron a forjar ese carácter. Valgan estas líneas a todas las mujeres peligrosas y que lo sigan siendo.
Me gustaMe gusta
Marisa
abril 9, 2015 en 11:07 am
La pena, Helena, es que ese niño/a que nos emociona al leer sus primeras oraciones nos hace sufrir en la adolescencia porque no hay manera de que abra un libro.
Me gustaMe gusta
Nacho
abril 9, 2015 en 2:47 pm
Así se podría decir que…»Las Mujeres que leen son peligrosas y las que escriben, más» Porque de ellas es el poder.
Me gustaMe gusta