lasmujeresqueleen

Una vez estuve a punto de regalar este libro. Al final no lo hice, no por nada, es que recibí una llamada y tuve que abandonar la librería. Llovía ese día, además.

Recuerdo que me llamó la atención el título, y esa mujer mirándome a los ojos como diciendo: estoy aquí, no tengo prisa por irme a ningún sitio.

Y cuando observé que el prólogo pertenecía a Esther Tusquets, no pude reprimir una sonrisa.

A veces cuando entro en una librería, lo que más me gusta es acariciar los lomos de los libros, como si ese momento de acercamiento (qué bonito) y duda (¿me llevo este? ¿me los llevo todos?) fuese un acto íntimo, personal, para no ser vista. Incluso llego a ruborizarme un poco, cuando se aproxima un dependiente para prestarme ayuda, como si me hubiesen descubierto entregando un beso a otra persona.

Estoy de acuerdo con el título, despojándola de cualquier tipo de matiz sexista. Leer nos permite volar en cualquier dirección y ampliar todos nuestros conocimientos, nos enriquece y alimenta el propio discurso, nos deja mirar otras vidas desde la mirilla, nos abre el corazón y las piernas. Leer nos hace un poco más libres, y la libertad está a veces vinculada al peligro por el riesgo que conlleva tomar nuestras propias decisiones de manera autónoma, exentas de manipulaciones varias.

Leer nos permite soñar, cambiar, evolucionar, saber, equivocarnos, llorar, follar, creer, hacer el amor, crecer, amar, odiar… Volver al principio.

Cuando tengo en el regazo a algún alumno o alumna y lee por primera vez una frase completa, suelo emocionarme (sin que lo noten), porque es como si acabasen de llegar a la azotea, y pudiesen contemplar a partir de ese momento el mundo desde infinitas perspectivas.